La cata nos permite reconocer las características, el origen, y por qué no, los defectos del vino. Existen diferentes tipos de catas desde las más profesionales donde se intenta extraer las propiedades de la bebida a las más hedonistas que buscan, sobre todo, las sensaciones. Catas a ciegas, donde se esconde la identidad del vino o descubiertas que nos muestran sin tapujos la etiqueta del producto.
Dos de las variedades más importantes son la
cata vertical y la
cata horizontal. En la primera de ellas, se prueban distintas añadas del mismo vino. Normalmente se empieza por las añadas más jóvenes para terminar con las más viejas; comprobando la evolución de la bebida (salvaguardando las características de cada añada). También se puede realizar al revés, desde los más añejos a los más jóvenes; ayudando a los productores a detectar algún cambio en la elaboración del vino o algún cupage distinto.
En cambio, en la cata horizontal siempre se prueban vinos de la misma añada que pertenezcan a la misma variedad o zona geográfica. Por ejemplo, podemos hacer una cata de Ribera del Duero del 2010 donde todos los vinos serán tempranillo y de la misma Denominación de Origen. De esta manera, podemos comprobar las características de cada zona de la DO.
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